La barra de los tres golpes

Ortega lo imitaba con maestría: sentado frente a é1 mientras hablaba o preguntaba, repetía sus gestos pasándose el pulgar por la nariz o bajando rápidamente su mano arqueada. Y como nada hay que provoque mas risa que a imposibilidad de reíse más desesperada en nuestra situación ante la seriedad con que Ortega hablaba y el entusiasmo con que reproducía sus movimientos.

 

 

VI

 

 

La entrada al aula que había inspirado al Dr. Dennet la gráfica definición de la invasión de los bárbaros, era apenas un pálido reflejo del ingreso al salón de mecanografía. Aquello era

sencillamente un escándalo, Las fundas metálicas de las máquinas de escribir se tiraban al suelo con estrépito y se las acomodaba posteriormente a puntapiés, Se multiplicaban los movimientos

y si había alguna forma de evitar el ruido, se buscaban los medios para no usarla y convertir la tapa protectora en un instrumento infernal.

Aquello no debía llamarse, en rigor de verdad, sala de mecanografía sino museo de antigüedades. Las pocas y viejas máquinas en existencia sólo por excepción funcionaban, luego de tantos años de golpes sin misericordia.

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