La barra de los tres golpes

Al agitado período de clases sucedió de inmediato el de exámenes; ni un solo alumno logró eximirse en todas las materias y la preocupación por las pruebas nos mantuvo en constante contacto. No tuvimos, pues, vacaciones.

Se resolvió celebrar la terminación del curso en forma novedosa: con un banquete. Después de muchos conciliábulos, eligióse un bodegón en la calle Carabelas, frente al Mercado del Plata. Había quien no quería entrar en el lóbrego edificio del "Volta", esa noche de fines de noviembre, pensando en una posible intoxicación. Pero los escrúpulos quedaron de lado al pensar que sólo en un lugar semejante podían reunirse para una diversión sin límites.

Se comió poco; mas no por pensar que los alimentos podían ser buenos un año antes, cuando eran frescos, sino, simplemente, por la risa; ni un sólo minuto fue posible estar sin estallar en carcajadas. Todo era motivo de burla, todo era diversión. Si en lugar de comida hubieran servido veneno, también lo habrían aceptado de buen gusto los presentes, porque en ese momento no había lugar más que para la alegría.

 

 

XVIII

 

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