La barra de los tres golpes

XV

 

En la postrimerías de quinto año, sentíamos transformar nuestros pensamientos. Las cosas, los hechos, los maestros y los camaradas, se nos presentaban con un sentido diferente. Compredíamos mejor la disciplina y la sentíamos más suave; comprendíamos mejor las fiestas de la escuela, que ya nos tocaban más de cerca; todo adquiría una dimensión diferente, un sabor más dulce. Hasta las bromas, salvo alguna excepción, llevaban el sello de un ingenio más refinado y se realizaban más íntimamente. A medida que el cansancio aumentaba acentuándose el deseo de concluir arraigada cada vez más hondo en nosotros, un presentimiento nostálgico para la post-escolaridad. Entre las paredes del viejo edificio se encerraba un soplo vital y el aire que en él se respiraba parecía impregnado de extraña sensación. Un afecto sincero hacia la institución, sus profesores y nuestros compañeros, adentrábase cada vez más profundamente en nuestros sentimientos.

La escuela nos había formado técnica y culturalmente.

 

Concluyeron las clases el viernes 4 de noviembre de 1932.

Para lograr que nos despidiera Figueredo se organizó una comisión de honor y, apenas hallado, lo llevaron al aula casi a la rastra.

eXTReMe Tracker