Eligió como libro de lectura "De tal palo tal astilla", de José M. de Pereda, y la interpretación de esa joya de la literatura castellana fue el principal trabajo del año.
Puntualizaba los errores corrientes en las conversaciones, señalando como verdadera vergüenza el desconocimiento del idioma; pero si por casualidad alguien se daba vuelta o no lo atendía le decía con tono amenazador: "Te voy a 'encajar' una 'torta' que vas a ver", y terminaba el incidente con una carcajada.
Era compañero del alumno; podía decirse de él que era "gaucho", en la acepción noble del vocablo. A quienquiera necesitara su ayuda estaba dispuesto a prestarla. Si el problema se planteaba contra algún profesor con quien él estuviera disgustado, convertía la causa del estudiante en ofensa propia y personal.
Aquel año fue terrible.