La barra de los tres golpes

En ambos caso una sola y misma idea había unido a los oferentes de los homenajes; pero diferían los lugares. En las dos ocasiones se había rendido un tributo a los ya idos y ambos tenían su puesto en el mundo de los que no son. Pero los dos cementerios visitados estaban separados entre sí por un ancho y alto muro de ladrillos, como si no fueran una sola y misma solemnidad la de las ciudades de los muertos, como si la muerte no igualara, definitiva e irrevocablemente a todos los seres humanos del orbe sin distinción de edades, ni sexos, ni razas, ni credos, ni fortunas, ni rangos.

 

 

 

XII

 

Esperábase con regocijo el 25 de mayo, porque con ese motivo había una semana de descanso.

En el Aula Magna celebróse la fecha con un acto igual al de los años precedentes: Himno coreado por los presentes, discurso del director recordando que era el "padre espiritual", concierto de violín por uno o dos alumnos más que con sus arcos serruchaban las cuerdas, y algunos catedráticos que se sentaban en las sillas colocadas sobre el escenario, cuyas caras intentaban vanamente disimular el tedio que los vencía.

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