—Entonces, se han perdido —le interrumpió el cazador—, ¿y no saben qué camino tomar?
—Incluso asÃ, los niños pequeños no dependen más de sus orientadores que nosotros, aunque estemos más crecidos, pudiendo decirse que gozamos de la estatura pero no del conocimiento adecuado. ¿Sabe usted a qué distancia se encuentra el fuerte de la Corona denominado William Henry?
—¡Rayos! —exclamó el explorador, sin disimular la risa que le produjo la pregunta, aunque la suprimió de inmediato, con el fin de evitar que sus carcajadas pudieran ser detectadas por los ocultos oÃdos de algún enemigo—. ¡Han perdido el rastro al igual que lo harÃa un perro sabueso que se encontrara al Horicano situado entre él y su presa! ¡Pero hombre… William Henry! Si de veras son ustedes amigos del rey y tienen que ver con el ejército, el mejor camino serÃa seguir el rÃo hasta el fuerte Edward y exponerle la cuestión a Webb, que languidece allà en vez de salir al encuentro de su enemigo y expulsar a ese descarado francés del territorio, haciéndole volver hasta la otra orilla del lago Champlain.
Antes de que el maestro de canto pudiese contestar, otro jinete atravesó la maleza y se acercó al cazador.