El último de los Mohicanos

Sin embargo, todo este empeño y toda esta sagacidad tenían un fin. Tras pasar por un valle escondido, a través del cual corría un meandro, ascendió repentinamente por una colina tan empinada que las hermanas tuvieron que bajar de sus monturas para poder superarla. Cuando llegaron a la cima, se encontraron sobre tierra plana y ligeramente poblada por árboles, uno de los cuales sirvió de lugar de descanso para Magua, quien se acomodó bajo su sombra como si estuviese dispuesto a dejar que los demás también descansaran.












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