El último de los Mohicanos

—¡Entonces moriréis! —gritó Magua, a la vez que lanzaba violentamente su tomahawk contra la indefensa muchacha, rechinando los dientes con rabia incontenida ante tal demostración de entereza por parte de aquélla que creía más débil. El hacha cortó el aire por delante de Heyward y se clavó justo por encima de la cabeza de Alice, cercenando algunos de sus ondulados cabellos antes de hacer temblar el árbol. La escena llevó a Duncan al borde de la locura. Reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, logró romper las lianas que le sujetaban y se abalanzó sobre otro salvaje que, gritando y echando el brazo hacia atrás, ya se había preparado para repetir la acción. Ambos se enzarzaron y cayeron al suelo. La piel desnuda de su adversario no le facilitaba a Heyward un modo de agarrarlo con firmeza, por lo que el salvaje logró librarse de él y acabó inmovilizando a Heyward contra el suelo, manteniendo una rodilla apoyada sobre el pecho del militar. Duncan vio cómo brillaba el cuchillo en el aire y, de repente, se oyó un silbido acompañado de una detonación de fusil. El joven sintió cómo se aliviaba la presión sobre su pecho, a la vez que la enloquecida expresión de su adversario se tornaba en una mirada perdida, cayendo muerto a su lado sobre una capa de hojas secas.



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