El último de los Mohicanos

Ahora le tocaba a Heyward morderse el labio con rabia, mientras el otro hizo esas frías alusiones a unas fuerzas que, a sabiendas del joven, no les podían ayudar. Ambos se quedaron meditabundos y, por fin, Montcalm reanudó la conversación, haciendo entender que la visita de su invitado sólo tenía como propósito la capitulación. Por otra parte, Heyward comenzó a lanzar contra el francés numerosos incentivos para seguir con la lucha, a fin de hacerle hablar del contenido de la carta que había interceptado. Ninguno de los dos, sin embargo, consiguió su propósito y, tras una prolongada e infructuosa entrevista, Duncan se despidió, impresionado por la cortesía y los exquisitos modos del que capitaneaba las fuerzas enemigas, pero aún desconociendo aquello que había venido a averiguar. Montcalm le acompañó hasta la entrada de la caseta, pidiéndole que le transmita una nueva invitación al jefe de la fortaleza para que se reúna pronto con él en campo abierto.

Entonces se separaron y Duncan volvió, escoltado de nuevo, hacia el puesto más avanzado de los franceses; del cual prosiguió inmediatamente hacia el fuerte y, finalmente, al despacho de su comandante jefe.



eXTReMe Tracker