El último de los Mohicanos

Capítulo XXII

BOTTOM. —¿Estamos todos reunidos?

QUINCE. —Sí, sí; y he aquí un lugar maravilloso para ensayar.

El sueño de una noche de verano.

El lector puede imaginarse la sorpresa que dominó a Heyward mejor de lo que podríamos describirla. Los que pensó eran indios resultaron ser animales cuadrúpedos; lo que creyó era un lago resultó ser un mero estanque lleno de castores; la supuesta catarata era una simple presa construida por tales animales; y el supuesto enemigo no era otro que su amigo David Gamut, el maestro de salmos. La presencia de éste último despertó tanta esperanza repentina en lo referente a las hermanas que, sin dudarlo un instante, el joven salió de su escondite y se lanzó al encuentro de los dos protagonistas de la escena.

Ojo de halcón continuaba divirtiéndose con la situación. Sin la menor aprehensión y con la mayor de las confianzas, hizo girar al pasivo Gamut con su brazo, para observar con mayor detalle los méritos que habían hecho los hurones a la hora de prepararle el disfraz. A continuación, estrechó la mano de David con auténtico fervor amistoso, haciendo que a éste se le humedecieran los ojos de alegría por lo afortunado que se consideraba en aquel momento.

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