El último de los Mohicanos

Capítulo XXIII

Pero aunque la bestia presa de caza

Pueda exigir el privilegio de la persecución;

Aunque le concedamos ventaja y terreno al ciervo,

Por cada sabueso que soltamos o cada arco que doblamos;

¿Quién puede decir dónde, cómo o cuándo

Fue atrapado y muerto el zorro merodeador?

La dama del lago.

No es nada frecuente encontrarse con un campamento nativo vigilado por guardianes armados, a la manera en que los más instruidos hombres blancos lo harían. Estando bien informado de la proximidad de cualquier peligro con suficiente antelación, el indio normalmente confía en su conocimiento de las señales del bosque, así como en los largos y tortuosos caminos que le separan de aquéllos que pueden suponer una amenaza para él. Ahora bien, el enemigo que, por suerte o accidente, haya logrado burlar la vigilancia de los nativos apostados en el bosque no encontrará ningún centinela cerca del poblado para dar la voz de alarma. Además de esta costumbre generalizada, las tribus amigas de los franceses conocían sobradamente el peso del último golpe militar como para temer cualquier agresión de parte de aquellas naciones hostiles a ellos, y que a su vez eran aliadas de la corona británica.

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