El último de los Mohicanos

La anciana dio un grito sonoro y contundente, mientras estrellaba la antorcha contra el suelo, dejando el lugar en tinieblas. Toda la masa de temblorosos espectadores huyó de la choza como un grupo de duendes asustados; y Duncan pensó que sólo él y el cuerpo aún caliente de la víctima de un juicio indio eran sus únicos ocupantes.















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