El último de los Mohicanos

La tribu, o mejor dicho la tribu a medias, que constituían los delaware, a quienes tanto hemos mencionado, y cuyo lugar de emplazamiento en aquel momento estaba tan cerca del campamento temporal de los hurones, tenía aproximadamente el mismo número de guerreros que estos últimos. Al igual que sus vecinos, habían seguido a Montcalm hasta las tierras de la corona inglesa y estaban haciendo fuertes y duraderas incursiones en las tierras de caza de los mohawks; aunque habían sabido mantenerse al margen, cuando así lo requería el momento, dada esa misteriosa cautela tan común entre los nativos. Los franceses habían comprendido en muchos aspectos esta inesperada pasividad por parte de sus aliados. De todos modos, la opinión más extendida era que se habían visto comprometidos por el antiguo tratado que les hacía depender de la seis naciones en lo que a protección militar se refería. Era este antiguo acuerdo lo que les hacía ser reticentes a la hora de volver a encontrarse con sus anteriores jefes. En cuanto a la tribu en sí, se había limitado a comunicarle a Montcalm, con la parquedad propia de los indios y por medio de los emisarios de éste, que sus hachas de guerra tenían los bordes romos y requerían tiempo para ser afiladas. El diplomático jefe del Canadá vio que era más conveniente mantener contento a un amigo pasivo que provocar un conflicto y tener que vérselas con un enemigo activo.

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