El último de los Mohicanos

El color del indio, en opinión del que suscribe, es único en sí mismo; y aunque sus pómulos denotan un notable indicio de origen tártaro, sus ojos, en cambio, no. El clima pudo haber influido mucho sobre lo primero, pero resulta difícil comprender cómo habría producido la sustancial diferencia que se da en cuanto a lo segundo. La imaginería conceptual del indio, tanto en su poesía como en su oratoria, es de tipo oriental —domada y, si acaso, mejorada por el limitado alcance de su conocimiento práctico—. Elabora sus metáforas partiendo de las nubes, las estaciones, las aves, las bestias y el mundo vegetal. Mediante estas interpretaciones, quizá no actúe de modo distinto de lo que lo haría cualquier otra raza enérgica e imaginativa, obligada a ponerle coto a la imaginación a través de la experiencia; pero el indio norteamericano arropa sus ideas con una vestimenta distinta a la africana, siendo oriental en sí misma. Su lenguaje posee la riqueza y plenitud sentenciosa del chino. Así, expresará una frase con una sola palabra y dará sentido a una oración completa por medio de una sílaba; incluso comunicará significados distintos mediante las más simples inflexiones de su voz.




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