Oliver Twist

Capítulo XVII

La suerte siempre infausta de Oliver lleva a Londres a un personaje que se complace en difamarle

En todo buen melodrama deben alternar las escenas trágicas con las cómicas, de la misma manera que todo jamón bien preparado ofrece una combinación regular de capas blancas y capas encarnadas. El héroe que acabamos de ver tendido sobre un mísero jergón de paja y agobiado bajo el peso de las cadenas y de los infortunios, abre de par en par las compuertas de nuestros ojos, y en la escena siguiente, su fiel escudero, ignorante de la suerte de su señor, nos entretiene y alegra con un canto cómico. Aquí vemos, con emoción intensa, a la heroína entre las garras de un conde cruel y orgulloso, expuesta a perder el honor y la vida y blandiendo afilada daga merced a la cual intenta salvar el uno a costa de la otra, y en el momento crítico, cuando el interés ha llegado a su punto culminante, suena un silbido y hétenos transportados de repente al gran salón del castillo, donde un senescal de larga cabellera gris entona una cantiga graciosísima rodeado de nutrido grupo de vasallos, más graciosos aún que la cantiga, cuyo oficio es cantar y trinar perpetuamente a coro en iglesias, palacios y teatros.

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