Oliver Twist

Capítulo XXIV

Trata de un asunto muy pobre, pero muy breve, que acaso tenga alguna importancia en esta historia

No era mensajera impropia de la muerte la vieja que había perturbado la tranquilidad del cuarto de la matrona. El peso de los años encorvaba su cuerpo, un temblor convulsivo, resultado de una parálisis, agitaba sus descarnados miembros, y su cara momificada más parecido tenía con una caricatura grotesca dibujada por un lápiz extravagante que con las obras de la Naturaleza.

¡Triste sino el de la humanidad!

¡Son muy contados los rostros que se nos dejan en el mundo para que alegren nuestras miradas con sus encantos! Las zozobras, ansiedades, penas y anhelos desordenados los truecan y deforman de la misma manera que truecan y cambian los corazones, y sólo cuando esas pasiones duermen, cuando han perdido para siempre su imperio, es cuando se disipan las nubes y refleja la frente la hermosa serenidad de los Cielos.

Casi siempre los rostros de los muertos, no obstante su rigidez e inflexibilidad característica, vuelven a adquirir la expresión de la infancia, de tanto tiempo olvidada, y recobran la dulce tranquilidad de los años juveniles. Tal es la calma que reflejan, tal la beatitud, que las personas que los conocieron de niños, caen de rodillas junto al ataúd y creen ver todavía al ángel que bajó a visitar la tierra.

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