Oliver Twist

Capítulo VII

Oliver persiste en su rebelión

Corrió y corrió Noé Claypole, sin detenerse una sola vez para tomar aliento, hasta que llegó a la puerta del hospicio. Hizo antes de entrar un pequeño alto para almacenar abundante provisión de sollozos y soltar las compuertas a sus lágrimas, comunicó a su rostro una expresión de dolor imponente, y descargó a continuación fuertes aldabonazos sobre la puerta. Tan triste, tan apenada cara presentó al pobre viejo que salió a abrir, que aquél retrocedió espantado, aunque sólo caras tristes y doloridas veía en torno suyo desde que entró en el asilo.

—¿Qué le habrá sucedido a este muchacho? —se preguntó el viejo.

—¡Señor Bumble!… ¡Señor Bumble!.. —gritó Noé con terror admirablemente fingido y al propio tiempo con fuerza tal, que no sólo llegó a oídos del mayestático bedel, que no andaba lejos, sino que también llevó la consternación y la alarma a su pecho en tales términos, que penetró como una bomba en el patio, olvidando su tricornio… circunstancia tan curiosa como notable que pone de relieve que, hasta un bedel, bajo la acción terrible de un choque inesperado, puede perder, siquiera sea momentáneamente, la serenidad y compostura, y dar al olvido la dignidad personal—. ¡Oh… señor Bumble! ¡Oliver… señor… Oliver se ha…!

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