Los hermanos Karamazov

MENTIRAS SINCERAS

Aliocha se dirigió a toda prisa al hospital donde estaba Mitia. Dos días después de celebrarse el juicio se había puesto enfermo y lo habían llevado al departamento de detenidos del hospital. El doctor Varvinski, a ruegos de Aliocha, de la señora Khokhlakov, de Lise y de otras personas, había hecho trasladar al enfermo a una habitación independiente, la misma que había ocupado Smerdiakov hacia poco. En el fondo del corredor había un centinela y la ventana estaba obstruida por barrotes de hierro. Por lo tanto, Varvinski no tenía nada que temer de las posibles consecuencias de su acto de protección un tanto ilegal. Era un hombre de buenos sentimientos que comprendia lo duro que habría sido para Dmitri entrar sin transición en el mundo de la delincuencia, y decidió habituarlo gradualmente. Aunque las visitas estaban autorizadas bajo mano por el doctor, el guardián a incluso el ispravnik, sólo Aliocha y Gruchegnka iban a ver a Mitia.

Rakitine había intentado visitarlo dos veces, pero el enfermo había suplicado a Varvinski que no le permitieran entrar.

Aliocha encontró a su hermano sentado en la cama, envuelto en una bata y llevando en la cabeza, a modo de turbante, una toalla empapada de agua y vinagre.

El enfermo tenía un poco de fiebre. Dirigió a Aliocha una vaga mirada en la que se percibía cierta inquietud.

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