Los hermanos Karamazov

ESCENA EN LA ISBA

Aliocha no había experimentado casi nunca una pena tan honda. Jamás debió cometer la torpeza de intervenir en un asunto sentimental. «¿Qué sé yo de estas cosas? La vergüenza que siento es un castigo merecido. Lo peor es que voy a ser la causa de nuevas calamidades... ¡Y pensar que el starets me ha enviado aquí para conciliar y aunar voluntades! ¿Es así como se une a las personas?» Entonces se acordó de que había hablado de «unir» las manos de Iván y Catalina Ivanovna, y otra vez se sonrojó. «Aunque haya obrado de buena fe, habrá que proceder con más inteligencia en el futuro», concluyó, sin ni siquiera sonreír ante la sutileza.

El encargo de Catalina Ivanovna lo condujo a la calle del Lago, y su hermano vivía precisamente en una callejuela vecina. Aliocha decidió pasar primero por casa de Dmitri, aunque presumía que estaría ausente. Sospechaba que su hermano huía de él, pero se dijo que había que encontrarlo a toda costa. El tiempo pasaba.

La idea de que el starets se estaba muriendo no se había apartado de él ni un instante desde que había salido del monasterio.

eXTReMe Tracker