Los hermanos Karamazov

CAPITULO VII

DA GUSTO CONVERSAR CON UN HOMBRE INTELIGENTE

Incluso iba hablando a solas. Al ver a Fiodor Pavlovitch en el salón, le gritó: «

¡No entro: me voy a mi habitación! ¡Adiós!» Y pasó de largo, sin mirar a su padre.

Sin duda, se habla dejado llevar de la aversión que el viejo le inspiraba, y esta animosidad expresada con tanta insolencia sorprendió a Fiodor Pavlovitch. Éste tenía que decir algo urgente a su hijo, y con esta intención había ido a su encuentro. Ante la inesperada acogida de Iván, se detuvo y le siguió con una mirada irónica hasta que hubo desaparecido.

—¿Qué le pasa? —preguntó a Smerdiakov, que llegó en ese momento.

—Está enojado, Dios sabe por qué —repuso Smerdiakov, evasivo.

—¡Que se vaya al diablo con su enfurruñamiento! Ve a prepararle el samovar y vuelve. ¿Alguna novedad?

Entonces vinieron las preguntas referentes a la visitante esperada, de que Smerdiakov acababa de quejarse a Iván Fiodorovitch. No hace falta que las repitamos.

Media hora después, las puertas estaban cerradas, y el trastornado viejo iba de un lado a otro, con el corazón palpitante, esperando la señal convenida. A veces miraba por las oscuras ventanas, pero sólo veía las sombras de la noche.

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