Los hermanos Karamazov

LLEGADA AL MONASTERIO

Terminaba el mes de agosto. El tiempo era excelente: temperatura agradable y cielo despejado. La reunión en la celda del starets se tenía que celebrar inmediatamente después de la última misa, a las once y media. Los conferenciantes llegaron a la hora fijada, en dos vehículos. El primero, una elegante calesa tirada por dos magníficos caballos, lo ocupaban Piotr Alejandrovitch Miusov y un pariente lejano suyo, Piotr Fomitch Kalganov. Éste era un joven de veinte años que se preparaba para ingresar en la universidad.

Miusov, que lo tenía en su casa, le propuso llevarlo a Zurich o a Jena para que completara sus estudios; pero él no se había decidido aún. Era un joven pensativo y distraído, de fisonomía agradable, constitución robusta, aventajada estatura y mirada impasible, como es propio de las personas que no prestan atención a nada.

Podía estar mirándonos durante largo rato sin vernos. Era un ser taciturno que a veces, cuando dialogaba a solas con alguien, se mostraba de pronto locuaz, vehemente, alborozado, sabe Dios por qué. Pero su imaginación era como un relámpago, como un fuego que se encendía y apagaba en un segundo. Vestía bien y con cierto atildamiento. Poseía una modesta fortuna y tenía esperanzas de aumentarla. Sostenía con Aliocha amistosas relaciones.

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