Los hermanos Karamazov

CAPITULO III

LAS TRIBULACIONES DE UN ALMA. PRIMERA TRIBULACIÓN

Mitia paseó por todos los presentes una mirada atónita, sin comprender lo que decían. De pronto se irguió, levantó los brazos al cielo y exclamó:

—¡Yo no soy culpable de ese crimen! ¡Yo no he derramado la sangre de mi padre! Quería matarlo, pero soy inocente. ¡No he sido yo!

Apenas habla terminado de decir esto, Gruchegnka salió de detrás de la cortina y se arrojó a los pies del ispravnik.

—¡Soy yo la culpable! —exclamó tendiendo hacia él los brazos y bañada en lágrimas—. Lo ha matado por culpa mía. He torturado a ese pobre viejo que ya no existe. Soy yo la principal culpable.

—¡Sí, criminal: tuya es la culpa! —vociferó el ispravnik amenazándola con el puño— ¡Eres una mala mujer, una libertina!

Lo hicieron callar en seguida. El procurador incluso lo cogió por la cintura para contenerlo.

—¡Su actitud está fuera de toda regla, Mikhail Makarovitch! ¡Está usted dificultando la investigación! ¡Lo echa todo a perder!

La indignación lo ahogaba.

—¡Hay que tomar medidas, hay que tomar medidas! —exclamó Nicolás Parthenovitch—. ¡Esto no se puede tolerar!

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