Así habló Zaratustra

Sea ése el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero lo que llaman matrimonio los demasiados, esos superfluos, – ay, ¿cómo lo llamo yo?

¡Ay, esa pobreza de alma entre dos! ¡Ay, esa suciedad de alma entre dos! ¡Ay, ese lamentable bienestar entre dos![116]

Matrimonio llaman ellos a todo eso; y dicen que sus matrimonios han sido contraídos en el cielo.

¡No, a mí no me gusta ese cielo de los superfluos! ¡No, a mí no me gustan esos animales trabados en la red celestial!

¡Permanezca lejos de mí también el dios que se acerca cojeando a bendecir lo que él no ha unido![117]

¡No me os riáis de tales matrimonios! ¿Qué hijo no tendría motivo para llorar sobre sus padres?

Digno me parecía a mí ese varón, y maduro para el sentido de la tierra: mas cuando vi a su mujer, la tierra me pareció una casa de insensatos.

Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando un santo y una gansa se aparean.

Éste marchó como un héroe a buscar verdades, y acabó trayendo como botín una pequeña mentira engalanada[118]. Su matrimonio lo llama.

Aquél era esquivo en sus relaciones con otros, y seleccionaba al elegir. Pero de una sola vez se estropeó su compañía para siempre: su matrimonio lo llama.

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