1984

Durante algún tiempo permaneció contemplando estúpidamente el papel. La telepantalla transmitía ahora estridente música militar. Es curioso: Winston no sólo parecía haber perdido la facultad de expresarse, sino haber olvidado de qué iba a ocuparse. Por espacio de varias semanas se había estado preparando para este momento y no se le había ocurrido pensar que para realizar esa tarea se necesitara algo más que atrevimien-to. El hecho mismo de expresarse por escrito, creía él, le sería muy fácil.-Sólo tenía que trasladar al papel el interminable e inquieto monólogo que desde hacía muchos años venía corriéndole por la cabeza. Sin embargo, en este momento hasta el monólogo se le había secado. Además, sus varices habían empezado a es-cocerle insoportablemente. No se atrevía a rascarse porque siempre que lo hacía se le inflamaba aquello.

Transcurrían los segundos y él sólo tenía conciencia de la blancura del papel ante sus ojos, el absoluto va-cío de esta blancura, el escozor de la piel sobre el tobillo, el estruendo de la músicä militar, y una leve sensación de atontamiento producido por la ginebra.

De repente, empezó a escribir con gran rapidez, como si lo impulsara el pánico, dándose apenas cuenta de lo que escribía. Con su letrita infantil iba trazando líneas torcidas y si primero empezó a «comerse» las mayúsculas, luego suprimió incluso los puntos:

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