Sandokan el Rey del Mar

Capítulo 2 Un audaz golpe de mano

Cuando Tremal-Naik y Damna vieron entrar a Yáñez, vestido de aquel modo tan desusado de él, se levantaron como movidos por un resorte, y quedaron con la boca abierta, a punto de proferir un grito de sorpresa, que hubiera sido muy natural en aquella ocasión, pero que el audaz portugués temía grandemente, por sus fatales consecuencias. Una rápida mirada de éste lo detuvo a tiempo en los labios de ambos.

Por fortuna, el capitán Moreland, que daba la espalda a la puerta y a quien se le enredó la correa del sable en el respaldo de la silla, cuando iba a levantarse, no pudo sorprender aquella imperiosa mirada.

El portugués dio media vuelta sobre los talones, se cuadró y llevó la diestra a la visera del casco de corcho cubierto de franela blanca, y saludó militarmente.

El capitán era un arrogante joven de unos veinticinco años, de elevada estatura, con ojos negros que parecían llamear, una barba fina y negra que le proporcionaba un aspecto altivo, y la piel muy bronceada. Diríase que le corría por las venas más sangre indostana o malaya que europea, a pesar de la pureza de líneas de sus facciones, que eran más caucásicas que indostanas.

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