Sandokan el Rey del Mar

-¡Ah! -exclamó Yáñez, sacando del bolsillo un cigarro, y encendiéndolo seguidamente -. ¡Eso es, en verdad, un descubrimiento asombroso, admirable!

-Le parece a usted inverosímil, ¿verdad, comandante? -dijo el hombre de ciencia.

-No lo he experimentado todavía, y, por lo tanto, no debo creer ni dejar de creer.

-Y ahora, ¿consentirá usted en embarcarme? Si usted rehusa, desembarcaré en Bruni, e iré a ofrecer a los ingleses mi secreto.

-Ya que -tiene usted ganas de hacer una excursión a través de los mares de Malasia a bordo del Rey del Mar, no me opongo. Pero va usted a ser testigo de cosas tremendas que le pondrán la carne de gallina en más de una ocasión. Además, le advierto que le colocaremos a usted bajo la guardia de hombres fieles e incorruptibles hasta el Instante en que se experimente su asombroso, maravilloso y terrible descubrimiento. No se sabe nunca… En un momento de mal humor podría ocurrírsele a usted hacer la prueba contra nosotros y volarnos la santabárbara,

-¡Puede usted hacer lo que quiera!

-¡Ah! Y el equipaje de usted quedará secuestrado, porque, seguramente, contendrá el secreto de esa diablura espantosa, y yo mismo lo vigilaré.

-No me opongo.

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