Padua. Una plaza. Ante la casa de Bautista.
(LUCENTIO [como Cambio] y BLANCA, sentados en un banco, leen un libro; TRANIO [en Lucentio siempre] y HORTENSIO salen de una casa situada al otro lado de la plaza.)
TRANIO:
¿Sería posible, amigo Licio, que la señora Blanca se interesase por otro hombre que por mí, Lucentio? Os aseguro que no puede estar conmigo más amable.
HORTENSIO:
Pues para que os convenzáis de lo que os he dicho, no tenéis sino observar, sin que os vean, cómo le da su lección.
LUCENTIO:
Y bien, señora ¿sacáis provecho de vuestras lecturas?
BLANCA:
Y vos, maestro, ¿cuáles son las vuestras? Responded primero a esto.
LUCENTIO:
Yo leo lo que profeso: El arte de amar.
BLANCA:
¡Ojalá lleguéis a ser un maestro en vuestro arte!
LUCENTIO:
Lo seré mientras vos, amor mío, seáis la dueña de mi corazón.
(Se levantan, se besan y salen embelesados.)