La fierecilla domada

ESCENA II

Padua. Una plaza. Ante la casa de Bautista.

(LUCENTIO [como Cambio] y BLANCA, sentados en un banco, leen un libro; TRANIO [en Lucentio siempre] y HORTENSIO salen de una casa situada al otro lado de la plaza.)

TRANIO:

¿Sería posible, amigo Licio, que la señora Blanca se interesase por otro hombre que por mí, Lucentio? Os aseguro que no puede estar conmigo más amable.

HORTENSIO:

Pues para que os convenzáis de lo que os he dicho, no tenéis sino observar, sin que os vean, cómo le da su lección.

LUCENTIO:

Y bien, señora ¿sacáis provecho de vuestras lecturas?

BLANCA:

Y vos, maestro, ¿cuáles son las vuestras? Responded primero a esto.

LUCENTIO:

Yo leo lo que profeso: El arte de amar.

BLANCA:

¡Ojalá lleguéis a ser un maestro en vuestro arte!

LUCENTIO:

Lo seré mientras vos, amor mío, seáis la dueña de mi corazón.

(Se levantan, se besan y salen embelesados.)

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