La fierecilla domada

ESCENA V

En el camino de Padua.

(PETRUCHIO, CATALINA, HORTENSIO y varios criados, descansan al borde de la ruta.)

PETRUCHIO: (Levantándose.)

¡En marcha, en nombre de Dios! En marcha hacia la casa de nuestro padre. ¡Señor de bondad, con qué claridad magnífica resplandece la luna!

CATALINA:

¿La luna, decís? Queréis decir el sol. ¿Dónde está la luna ahora?

PETRUCHIO:

Yo digo que lo que brilla en el cielo es la luna.

CATALINA:

Y yo que esta luz es la luz del sol.

PETRUCHIO:

¿Cómo? ¡Por el hijo de mi madre! ¡Es decir, por mí mismo, que ha de ser la luna, una estrella o lo que me dé la gana! ¡De lo contrario, no seguiré marchando hacia la casa de tu padre! ¡Atrás los caballos! ¡Cuidado que siempre ha de contradecirme! ¡Siempre lo contrario! ¡Eternamente opuesta a cuanto digo!

HORTENSIO: (En baja a Catalina.)

Decid como él o no llegaremos jamás.

CATALINA:

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