Padua. Una sala en casa de Lucentio.
(Los servidores abren la puerta para que entren BAUTISTA y VINCENTIO, GREMIO y EL PEDAGOGO, LUCENTIO y BLANCA, PETRUCHIO y CATALINA, HORTENSIO y LA VIUDA. Más los criados, entre ellos TRANIO con los postres.)
LUCENTIO:
Al fin, tras tan largas discusiones, henos, ya, de acuerdo. Es, pues, el momento, como tras una guerra furiosa, cuando, afortunadamente, ha acabado, de sonreír, pensando en los daños y peligros pasados. Mi hermosa Blanca, da la bienvenida a mi padre, mientras que yo presento mis homenajes al tuyo. Petruchio, hermano mío; Catalina, hermana, y tú, Hortensio, con tu amable viuda, haced honor a nuestra invitación aún, y sed los bien venidos a mi casa. Este postre, destinado a cerrar nuestro apetito está, tras el buen almuerzo que acabamos de hacen. Sentaos pues, os lo ruego, y charlemos mientras comemos. (Se sientan todos en torno a la mesa y los criados sirven frutas, dulces, vinos, etc.)
PETRUCHIO:
Instalémonos, sí, y sigamos comiendo.
BAUTISTA:
Padua es quien os ofrece todas estas cosas deliciosas, Petruchio.
PETRUCHIO:
Nada ofrece Padua que no sea amable y dulce.
HORTENSIO: