Sueño de una noche de verano

ESCENA PRIMERA

Aposento en el palacio de Teseo.

Entran TESEO, HIPÓLITA, FILÓSTRATO, señores y séquito.

HIPÓLITA.—¡Qué extraña cosa es, Teseo mío, lo que refieren estos amantes!

TESEO.—Más extraña que verdadera. Ya no creeré nunca en las antiguas fábulas ni en esos juegos de hadas. Los enamorados y los locos viven tan alucinados y con tan caprichosas fantasías que imaginan más de lo que la fría razón puede comprender. El lunático, el enamorado y el poeta no son más que un pedazo de imaginación. El uno ve más demonios de los que pueden caber en el infierno; éste es el loco furioso. El enamorado, no menos frenético que éste, ve la belleza de Elena en una cara bronceada de Egipto. El ojo del poeta, girando en medio de su arrobamiento, pasea sus miradas del cielo a la tierra y de la tierra al cielo; y como la imaginación produce formas de cosas desconocidas, la pluma del poeta las diseña y da nombre y habitación a cosas etéreas que no son nada. Tal es el poder alucinador de la imaginación, que le basta concebir una alegría para crear algún ser que se la trae; o en la noche, si presume algún peligro, ¡con cuánta facilidad toma un matorral por un oso!

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