La riqueza de las naciones

VI

Cuando una nación se compromete mediante un tratado a permitir que entren de un país extranjero ciertos bienes que prohíbe cuando los exportan otros, o a eximir a los bienes de un país de los aranceles que impone a los de los demás países, el país o al menos los comerciantes e industriales del país cuyo comercio resulta así favorecido obtienen necesariamente un gran beneficio gracias al tratado. Esos mercaderes y fabricantes disfrutan de una suerte de monopolio en el país que tan indulgente se muestra con ellos. Dicho país se vuelve un mercado para sus bienes a la vez más extenso y más provechoso; más extenso porque absorbe una buena cantidad de sus bienes, dado que los bienes de las demás naciones están o bien prohibidos o bien sometidos a elevados aranceles; y más ventajoso porque los mercaderes de la nación favorecida, al gozar de una especie de monopolio, venderán sus mercancías más caras que si estuviesen expuestos a la competencia de todas las demás naciones. Pero aunque esos tratados puedan ser muy convenientes para los comerciantes e industriales del país favorecido, son necesariamente inconvenientes para los del país favorecedor. Se concede contra ellos un monopolio a una nación extranjera; y a menudo deberán adquirir los bienes extranjeros que necesitan a un precio mayor que si se permitiera la libre competencia de otras naciones. La parte de su propia producción con la que ese país compra bienes extranjeros deberá consecuentemente ser vendida más barata, puesto que cuando dos cosas se intercambian, la baratura de una es una consecuencia necesaria, o más bien es la misma cosa que la carestía de la otra. El valor de cambio de su producto anual, por lo tanto, será probablemente disminuido con cualquier tratado de esa clase. Esa disminución, empero, difícilmente represente una pérdida efectiva sino sólo una reducción de la ganancia que podría haber obtenido en otro caso. Aunque venda sus bienes más barato de lo que podría, no es probable que los venda por debajo de su coste, ni tampoco —como sucede con las subvenciones— que el precio no reponga el capital invertido en traerlos al mercado, junto con el beneficio normal. Si así ocurriese el comercio no podría durar mucho. Por lo tanto, incluso el país favorecedor puede ganar a través del comercio, aunque menos de lo que sucedería si hubiese libre competencia. …

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