CAPITULO 4
Harry Ford era un mocetón de veinticinco años, vigoroso, bien desarrollado. Su fisonomÃa serÃa, su actitud habitualmente pensativa, le habÃan hecho resaltar durante la infancia entre sus compañeros de juego de la mina. De rasgos regulares, ojos profundos y dulces, cabellos castaños e hirsutos, todo concordaba para hacer de él un espléndido ejemplar de escocés de las llanuras. Endurecido desde temprana edad por él trabajo en la mina, era al mismo tiempo que bondadoso excelente compañero. Guiado por su padre e impulsado por sus propios instintos, habÃa trabajado instruyéndose desde temprano, y a la edad en que cualquier otro hubiera sido tan sólo un simple aprendiz, habÃa llegado a ser alguien, uno de los primeros dentro de su condición, en un paÃs donde hay pocos ignorantes, puesto que ha hecho lo posible por suprimirlos.