Las Indias Negras

CAPÍTULO 10

LA IDA Y LA VUELTA

Al oír lo que decía Harry, James Starr, Simon y Madge se precipitaron por la abertura que ponía en comunicación la vieja mina con la nueva, encontrándose en una gran galería. Efectivamente, parecía construida por la mano del hombre. Como si fuese un redescubrimiento de alguna antiquísima explotación, desconocida aún por los más antiguos mineros de la comarca. . .

¡Pero no! Las distintas capas geológicas conservaban su lugar en la galería, desde la época en que se había depositado los terrenos secundarios.

El aire circulaba libremente por los mil recodos; era notorio que existía ventilación natural. Quizá alguna comunicación directa con el exterior.

El gas que notaran anteriormente, parecía que se hubiese evaporado. No obstante, Harry - por precaución - usaba la lámpara de seguridad que había llevado, y que tenía para más de doce horas de luz. La alegría se había adueñado de todos. No había más que hulla por todas partes. El anhelo estaba plenamente satisfecho. Simon Ford no expresaba su contento con largas frases sino con meras interjecciones.

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