Viaje al centro de la tierra

Los caballos marchaban bien, sin que les detuvieran las dificultades del suelo. Yo empezaba a sentirme fatigado, mas mi tío permanecía firme y derecho como el primer día, inspirándome una sincera admiración, lo mismo que el cazador, que consideraba aquella expedición como un sencillo paseo.

El sábado 20 de junio, a las seis de la tarde, llegamos a Büdir, aldea situada a la orilla del mar, y el guía reclamó el salario convenido. Mi tío le pagó en el acto.

Aquí fue la familia misma de Hans, es decir, sus tíos y primos, quienes nos hospedaron en su casa. Fuimos muy bien recibidos, y, sin abusar de la amabilidad de aquellas buenas gentes, de buena gana hubiera permanecido en su compañía algún tiempo con objeto de reponerme de las fatigas del viaje; pero mi tío, que no experimentaba necesidad de descanso, no lo entendió de igual modo, y a la mañana siguiente no hubo otra solución que montar nuevamente nuestras pobres cabalgaduras.




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