Viaje al centro de la tierra

—¡Ah! —dije—. ¿Nos vamos a embarcar? Me parece muy bien. Y, ¿en qué buque tomaremos pasaje?

—No será en ningún buque, hijo mío, sino en una sólida balsa.

—Una balsa —exclamé—; una balsa es casi tan difícil de construir como un buque: y, por más que miro, no veo…

—Cierto que no ves, Axel; pero si escuchases, oirías.

—¿Oír?

—Sí, ciertos martillazos que te demostrarían que Hans no está con los brazos cruzados.

—¿Está construyendo una balsa?

—Sí.

—Cómo ¿Ha derribado ya algunos árboles con el hacha?

—¡Oh! los árboles estaban ya derribados. Ven y verás su obra.

Después de un cuarto de hora de marcha, descubrí a Hans trabajando, al otro lado del promontorio que formaba el puerto natural; y unos momentos después, me hallaba a su lado. Con gran sorpresa mía, contemplé sobre la arena una balsa, ya medio terminada, construida con vigas de una madera especial: y un gran número de maderos de curvas y de ligaduras de toda especie cubrían materialmente el suelo. Había allí para construir una flota entera.

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