En 1781, a sus 57 años, publicó Immanuel Kant el libro filosófico de más impacto de la Edad Moderna, la CrÃtica de la Razón Pura: una «revolución Copernicana» en el enfoque de la relación del conocimiento humano y la realidad. El «Criticismo» asà inaugurado se completarÃa aún, a lo largo de la década, con la CrÃtica de la Razón Practica (1788) y la CrÃtica del Juicio (1790). Para comprender su significado nada ayuda tanto como reconstruir su génesis. Eso es lo que hace valiosa, y aun imprescindible, la Disertación con la que habrÃa inaugurado Kant en 1770 su cátedra de Lógica y MetafÃsica en su ciudad natal, Könisberg.
«Principios formales del mundo sensible» (que hacen un todo intuitivo de los múltiples datos de percepción sensorial) son el espacio y el tiempo. Para Kant desde 1770 son la estructura constitutiva (a priori) de la sensibilidad humana. «Principio formal del mundo inteligible» le parecÃa en 1770 ser Dios mismo, clave última de los múltiples procesos causales del cosmos. En los años sucesivos se le problematizó el alcance del conocer intelectual humano: las «formas a priori» del entendimiento ?las categorÃas? sólo dan conocimiento «esquematizadas», o sea, adaptadas a la percepción sensorial: el «mundo inteligible» es, pues, en primera instancia función del «sensible». Ahora bien, el sujeto y su vivencia moral abren a una afirmación puramente intelectual (noumenal) de la libertad y Dios puede ser postulado en «fe racional» como clave última de unidad teleológica: retorna asà un «principio formal del mundo inteligible», aunque en figura más modesta.