La Divina Comedia

CANTO XXIII

Callados, solos y sin compañía

caminábamos uno tras del otro,

lo mismo que los frailes franciscanos.

Vuelto había a la fábula de Esopo

mi pensamiento la presente riña,

donde él habló del ratón y la rana,

porque igual que «enseguida» y «al instante»,

se parecen las dos si se compara

el principio y el fin atentamente.

Y, cual de un pensamiento el otro sale,

así nació de aquel otro después,

que mi primer espanto redoblaba.

Yo así pensaba: «Si estos por nosotros

quedan burlados con daño y con befa,

supongo que estarán muy resentidos.

Si sobre el mal la ira se acrecienta,

ellos vendrán detrás con más crueldad

que el can lleva una liebre con los dientes.»

Ya sentía erizados los cabellos

por el miedo y atrás atento estaba

cuando dije: «Maestro, si escondite

no encuentras enseguida, me amedrentan

los Malasgarras: vienen tras nosotros:

tanto los imagino que los siento.»

Y él: «Si yo fuese de azogado vidrio,

tu imagen exterior no copiaría

tan pronto en mí, cual la de dentro veo;

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