La Divina Comedia

CANTO XXVI

¡Goza, Florencia, ya que eres tan grande,

que por mar y por tierra bate alas,

y en el infierno se expande tu nombre!

Cinco nobles hallé entre los ladrones

de tus vecinos, de donde me vino

vergüenza, y para ti no mucha honra.

Mas si el soñar al alba es verdadero,

conocerás, de aquí a no mucho tiempo,

lo que Prato, no ya otras, te aborrece.

No fuera prematuro, si ya fuese:

¡Ojalá fuera ya, lo que ser debe!

que más me pesará, cuanto envejezco.

Nos marchamos de allí, y por los peldaños

que en la bajada nos sirvieron antes,

subió mi guía y tiraba de mí.

Y siguiendo el camino solitario,

por los picos y rocas del escollo,

sin las manos, el pie no se valía.

Entonces me dolió, y me duele ahora,

cuando, el recuerdo a lo que vi dirijo,

y el ingenio refreno más que nunca,

porque sin guía de virtud no corra;

tal que, si buena estrella, o mejor cosa,

me ha dado el bien, yo mismo no lo enturbie.

Cuantas el campesino que descansa

en la colina, cuando aquel que alumbra

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