La Divina Comedia

CANTO XXXII

Si rimas broncas y ásperas tuviese,

como merecerfa el agujero

sobre el que apoyan las restantes rocas

exprimiría el jugo de mi tema

más plenamente; mas como no tengo,

no sin miedo a contarlo me dispongo;

que no es empresa de tomar a juego

de todo el orbe describir el fondo,

ni de lengua que diga «mama» o «papa».

Mas a mi verso ayuden las mujeres

que a Anfión a cerrar Tebas ayudaron,

y del hecho el decir no sea diverso.

¡Oh sobre todas mal creada plebe,

que el sitio ocupas del que hablar es duro,

mejor serla ser cabras u ovejas!

Cuando estuvimos ya en el negro pozo,

de los pies del gigante aún más abajo,

y yo miraba aún la alta muralla,

oí decirme: «Mira dónde pisas:

anda sin dar patadas a la triste

cabeza de mi hermano desdichado.»

Por lo cual me volví, y vi por delante

y a mis plantas un lago que, del hielo,

de vidrio, y no de agua, tiene el rostro.

A su corriente no hace tan espeso

velo, en Austria, el Danubio en el invierno,

ni bajo el frío cielo allá el Tanais,

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