La Divina Comedia

CANTO V

Así bajé del círculo primero

al segundo que menos lugar ciñe,

y tanto más dolor, que al llanto mueve.

Allí el horrible Minos rechinaba.

A la entrada examina los pecados;

juzga y ordena según se relíe.

Digo que cuando un alma mal nacida

llega delante, todo lo confiesa;

y aquel conocedor de los pecados

ve el lugar del infierno que merece:

tantas veces se ciñe con la cola,

cuantos grados él quiere que sea echada.

Siempre delante de él se encuentran muchos;

van esperando cada uno su juicio,

hablan y escuchan, después las arrojan.

«Oh tú que vienes al doloso albergue

—me dijo Minos en cuanto me vio,

dejando el acto de tan alto oficio—;

mira cómo entras y de quién te fías:

no te engañe la anchura de la entrada.»

Y mi guta: «¿Por qué le gritas tanto?

No le entorpezcas su fatal camino;

así se quiso allí donde se puede

lo que se quiere, y más no me preguntes.»

Ahora comienzan las dolientes notas

a hacérseme sentir; y llego entonces

allí donde un gran llanto me golpea.

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