La Divina Comedia

CANTO XXIV

Ni hablar a andar, ni andar a aquel más lento

hacía, mas hablando a prisa íbamos

cual nao que empuja un viento favorable;

y las sombras, más muertas pareciendo,

admiración ponían en las cuencas

de los ojos, sabiendo que vivía.

Y yo, continuando mis palabras

dije: «Y asciende acaso más despacio

de lo que en otro momento lo haría.

Mas dime de Piccarda, si es que sabes;

y dime si estoy viendo a alguien notable

entre esta gente que así me contempla.»

«Mi hermana, que entre hermosa y entre buena

no sé qué fuera más, alegre triunfa

en el Olimpo ya de su corona.»

Dijo primero; y luego: «Aquí podemos

a cualquiera nombrar pues tan mudado

nuestro semblante está por la abstinencia.

Ese —y le señaló— es Bonagiunta,

Bonagiunta de Lucca; y esa cara

a su lado, cosida más que otras.

tuvo la santa iglesia entre sus brazos:

nació en Tours, y aquí purga con ayunos

el vino y las anguilas de Bolsena.»

Uno por uno a muchos me nombró;

y al nombrarles contentos parecían,

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