Ni hablar a andar, ni andar a aquel más lento
hacía, mas hablando a prisa íbamos
cual nao que empuja un viento favorable;
y las sombras, más muertas pareciendo,
admiración ponían en las cuencas
de los ojos, sabiendo que vivía.
Y yo, continuando mis palabras
dije: «Y asciende acaso más despacio
de lo que en otro momento lo haría.
Mas dime de Piccarda, si es que sabes;
y dime si estoy viendo a alguien notable
entre esta gente que así me contempla.»
«Mi hermana, que entre hermosa y entre buena
no sé qué fuera más, alegre triunfa
en el Olimpo ya de su corona.»
Dijo primero; y luego: «Aquí podemos
a cualquiera nombrar pues tan mudado
nuestro semblante está por la abstinencia.
Ese —y le señaló— es Bonagiunta,
Bonagiunta de Lucca; y esa cara
a su lado, cosida más que otras.
tuvo la santa iglesia entre sus brazos:
nació en Tours, y aquí purga con ayunos
el vino y las anguilas de Bolsena.»
Uno por uno a muchos me nombró;
y al nombrarles contentos parecían,