La Divina Comedia

CANTO XXV

Dilación no admitía la subida;

puesto que el sol había ya dejado

la noche al Escorpión, el día al Toro:

y así como hace aquél que no se para,

mas, como sea, sigue su camino,

por la necesidad aguijonado,

así fuimos por el desfiladero,

subiendo la escalera uno tras otro,

pues su estrechez separa a los que suben.

Y como el cigoñino el ala extiende

por ganas de volar, y no se atreve

a abandonar el nido, y las repliega;

tal mis ganas ardientes y apagadas

de preguntar; haciendo al fin el gesto

que hacen aquellos que al hablar se aprestan.

Por ello no dejó de andar aprisa,

sino dijo mi padre: «Suelta el arco

del decir, que hasta el hierro tienes tenso.»

Ya entonces confiado abrí la boca,

y dije: «Cómo puede adelgazarse

allí donde comer no es necesario.»

«Si recordaras cómo Meleagro

se extinguió al extinguirse el ascua aquella

—me dijo— de esto no te extrañarías;

y si pensaras cómo, si te mueves,

también tu imagen dentro del espejo,

claro verás lo que parece oscuro.

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