La Divina Comedia

CANTO XXXIII

'Deus venerunt Gentes', alternando

ya las tres, ya las cuatro, su salmodia,

llorando comenzaron las mujeres;

y Beatriz, piadosa y suspirando,

lo escuchaba de forma que no mucho

más se mudara ante la cruz María.

Mas cuando las doncellas la dejaron

lugar para que hablase, puesta en pie,

respondió, colorada como el fuego:

«Modicum, et non videbitis me mis

queridas hermanas, et iterum ,

modicum, et vos videbitis me.»

Luego se puso al frente de las siete,

y me hizo andar tras de ella con un gesto,

y a la mujer y al sabio que quedaba.

Así marchaba; y no creo que hubiera

dado apenas diez pasos en el suelo,

cuando me hirió los ojos con sus ojos;

y con tranquilo gesto: «Ven deprisa

para que, si quisiera hablar, conigo,

estés para escucharme bien dispuesto.»

Y al ir, como debía, junto a ella,

díjome: «Hermano, ¿por qué no te atreves,

ya que vienes conmigo, a preguntarme?»

Como aquellos que tanta reverencia

muestran si están hablando a sus mayores,

que la voz no les sale de los dientes,

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