La Divina Comedia

CANTO XXV

Si sucediera que el sacro poema

en quien pusieron mano tierra y cielo,

y me ha hecho enflaquecer por muchos años,

venciera la crueldad que me ha exiliado

del bello aprisco en el que fui cordero,

de los hostiles lobos enemigo;

con otra voz entonces y cabellos,

poeta volveré, y sobre la fuente

de mi bautismo habrán de coronarme;

porque en la fe, que hace que conozcan

a Dios las almas, aquí vine, y luego

Pedro mi frente rodeó por ella.

Después vino una luz hacia nosotros

de aquella esfera de la que salió

el primer sucesor que dejó Cristo;

y mi Señora llena de alegría

me dijo: «Mira, mira ahí al barón

por quien abajo visitan Galicia.»

Tal como cuando el palomo se pone

junto al amigo, y uno y otro muestra

su amistad, al girar y al arrullarse;

así yo vi que el uno al otro grande

príncipe glorïoso recibía,

loando el pasto que allí se apacienta.

Mas concluyendo ya los parabienes,

callados coram me se detuvieron,

tan ígneos que la vista me vencían.

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