Si sucediera que el sacro poema
en quien pusieron mano tierra y cielo,
y me ha hecho enflaquecer por muchos años,
venciera la crueldad que me ha exiliado
del bello aprisco en el que fui cordero,
de los hostiles lobos enemigo;
con otra voz entonces y cabellos,
poeta volveré, y sobre la fuente
de mi bautismo habrán de coronarme;
porque en la fe, que hace que conozcan
a Dios las almas, aquí vine, y luego
Pedro mi frente rodeó por ella.
Después vino una luz hacia nosotros
de aquella esfera de la que salió
el primer sucesor que dejó Cristo;
y mi Señora llena de alegría
me dijo: «Mira, mira ahí al barón
por quien abajo visitan Galicia.»
Tal como cuando el palomo se pone
junto al amigo, y uno y otro muestra
su amistad, al girar y al arrullarse;
así yo vi que el uno al otro grande
príncipe glorïoso recibía,
loando el pasto que allí se apacienta.
Mas concluyendo ya los parabienes,
callados coram me se detuvieron,
tan ígneos que la vista me vencían.