La Divina Comedia

CANTO X

Siguió entonces por una oculta senda

entre aquella muralla y los martirios

mi Maestro, y yo fui tras de sus pasos.

«Oh virtud suma, que en los infernales

circulos me conduces a tu gusto,

háblame y satisface mis deseos:

a la gente que yace en los supulcros

¿la podré ver?, pues ya están levantadas

todas las losas, y nadie vigila.»

Y él repuso: «Cerrados serán todos

cuando aquí vuelvan desde Josafat

con los cuerpos que allá arriba dejaron.

Su cementerio en esta parte tienen

con Epicuro todos sus secuaces

que el alma, dicen, con el cuerpo muere.

Pero aquella pregunta que me hiciste

pronto será aquí mismo satisfecha,

y también el deseo que me callas.»

Y yo: «Buen guía, no te oculta nada

mi corazón, si no es por hablar poco;

y tú me tienes a ello predispuesto.»

«Oh toscano que en la ciudad del fuego

caminas vivo, hablando tan humilde,

te plazca detenerte en este sitio,

porque tu acento demuestra que eres

natural de la noble patria aquella

a la que fui, tal vez, harto dañoso.»

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