La Divina Comedia

CANTO XXXII

Absorto en su delicia, libremente

hizo de guía aquel contemplativo,

y comenzaron sus palabras santas:

«La herida que cerró y sanó María,

quien tan bella a sus plantas se prosterna

de abrirla y enconarla es la culpable.

En el orden tercero de los puestos,

Raquel está sentada bajo ésa,

como bien puedes ver, junto a Beatriz.

Judit y Sara, Rebeca y aquella

del cantor bisabuela que expiando

su culpa dijo: "Miserere mei",

de puesto en puesto pueden contemplarse

ir degradando, mientras que al nombrarlas

voy la rosa bajando de hoja en hoja.

Y del séptimo grado a abajo, como

hasta aquél, se suceden las hebreas,

separando las hojas de la rosa;

porque, según la mirada pusiera

su fe en Cristo, son esas la muralla

que divide los santos escalones.

En esa parte donde está colmada

por completo de hojas, se acomodan

los que creyeron que Cristo vendría;

por la otra parte por donde interrumpen

huecos los semicírculos, se encuentran

los que en Cristo venido fe tuvieron.

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