La Divina Comedia

CANTO XIII

Neso no había aún vuelto al otro lado,

cuando entramos nosotros por un bosque

al que ningún sendero señalaba.

No era verde su fronda, sino oscura;

ni sus ramas derechas, mas torcidas;

sin frutas, mas con púas venenosas.

Tan tupidos, tan ásperos matojos

no conocen las fieras que aborrecen

entre Corneto y Cécina los campos.

Hacen allí su nido las arpías,

que de Estrófane echaron al Troyano

con triste anuncio de futuras cuitas.

Alas muy grandes, cuello y rostro humanos

y garras tienen, y el vientre con plumas;

en árboles tan raros se lamentan.

Y el buen Maestro: «Antes de adentrarte,

sabrás que este recinto es el segundo

—me comenzó a decir— y estarás hasta

que puedas ver el horrible arenal;

mas mira atentamente; así verás

cosas que si te digo no creerías.»

Yo escuchaba por todas partes ayes,

y no vela a nadie que los diese,

por lo que me detuve muy asustado.

Yo creí que él creyó que yo creía

que tanta voz salía del follaje,

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