El Zarco

Capítulo 15. El amor bueno

Nicolás, apenas libre, voló a Yautepec. ¿Qué había pasado allí durante su corta ausencia? ¡Temblaba de pensar en ello! Incomunicado rigurosamente desde que salió de Yautepec hasta que fue puesto en libertad, nada había podido saber acerca de la suerte de doña Antonia, ni de Pilar, pero apenas pudo comunicarse con algunos de los vecinos de Yautepec, que habían acudido a hablarle, cuando supo que la infeliz madre de Manuela, demasiado débil para resistir tantos golpes, había caído en cama, atacada de un violento acceso de fiebre cerebral. Era muy posible que la pobre señora hubiera sucumbido. ¿Y Pilar? Indudablemente la bella y buena joven habría prodigado toda especie de cuidados a su madrina; era seguro que no se habría separado un solo instante del lecho de la enferma que, abandonada tan miserablemente por su hija, se encontraba, sin embargo, rodeada de gentes bondadosas y caritativas, pero sobre todo de aquel ángel, que más que su ahijada, parecía ser su verdadera hija, heredera de su virtud, de su sensatez y de su noble carácter.




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