El Zarco

Tal idea lo hacía aparecer a sus propios ojos como inferior a su amada de hoy, pero no con esa inferioridad que humilla, sino con la inferioridad del creyente para con su Dios, sentimiento que aviva y aumenta el amor, porque lo complica con la admiración y la gratitud.

Tales reflexiones ocuparon el ánimo de Nicolás durante el camino de Cuautla a Yautepec, que recorrió impaciente y a todo el galopar de su caballo, atravesando el bosque de catzahuates y las haciendas de Cocoyoc, de Calderón y de San Carlos, que bordan aquella llanura pintoresca. Por fin pasó el río, atravesó las callejuelas, palpitándole el corazón, y se apeó en la puerta de la casa de doña Antonia. ¿Qué noticias iba a recibir?









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