El Zarco

Y, sin embargo, atormentada y degradada, despreciable como era, el sólo pensar en Nicolás le parecía una vislumbre de consuelo en medio de aquella espantosa noche que la rodeaba por todas partes con sus tinieblas, sus terrores y sus peligros, desconocidos pero pavorosos.

Por fin se incorporó, y bebiéndose sus lágrimas, se puso a preparar las maletas, sintiendo la muerte en el alma.













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